Los sacerdotes son elegidos de entre los hombres para el servicio del pueblo de Dios (Heb 5,1), por eso, necesitan de nuestro apoyo espiritual para que perseveren en la vocación especial a la que fueron llamados por Dios.
Esta oración del Papa san Pablo VI al Espíritu Santo pide específicamente por la santidad de los ministros de la Iglesia:
Oremos por nuestros sacerdotes
Ven, oh Espíritu Santo,
y da a los sacerdotes, dispensadores de los misterios de Dios,
un corazón nuevo que actualice toda su educación y toda su preparación,
que les haga conscientes cual sorprendente revelación del sacramento recibido,
y que responda siempre con nueva ilusión
a los incesantes deberes de su ministerio,
en orden a tu Cuerpo Eucarístico y a tu Cuerpo Místico.
Dales un corazón nuevo,
siempre joven y alegre.
Ven, oh Espíritu Santo,
y da a nuestros sacerdotes,
discípulos y apóstoles de Cristo Señor,
un corazón puro, capaz de amarle solamente a Él con la plenitud,
el gozo y la profundidad que solo Él sabe dar,
cuando constituye el exclusivo y total objeto
del amor de un hombre que vive de tu gracia;
dales un corazón puro que solo conozca el mal
para denunciarlo, combatirlo y huir de él;
un corazón puro como el de un niño,
pronto al entusiasmo y a la emoción.
Ven, oh Espíritu Santo,
y da a los ministros del pueblo de Dios
un corazón grande,
abierto a tu silenciosa y potente Palabra inspiradora;
cerrado a toda ambición mezquina,
a toda miserable apetencia humana;
impregnado totalmente del sentido de la Santa Iglesia;
un corazón grande,
deseoso únicamente de igualarse al del Señor Jesús,
y capaz de contener dentro de sí
las proporciones de la Iglesia, las dimensiones del mundo;
grande y fuerte para amar a todos,
para servir a todos,
para sufrir por todos;
grande y fuerte para superar cualquier tentación,
dificultad, hastío, cansancio, desilusión, ofensa;
un corazón grande, fuerte, constante,
si es necesario hasta el sacrificio,
feliz solamente de palpitar con el Corazón de Cristo
y de cumplir con humildad, fidelidad y valentía
la voluntad divina.
Amén.