La trataba como a sus hijos, incluso con un cariño y una atención especial, pedía a todos los miembros de la familia que la quisieran y se preocuparan por ella, la acogía siempre con respeto… Santa Joaquina de Vedruna era la suegra que cualquiera desearía tener.
Su relación llena de amor con su nuera Rosa Poudevida se refleja en las cartas familiares de esta madre de nueve hijos fundadora de la Congregación Hermanas Carmelitas de la Caridad Vedruna.
“Querida Rosita”
“Espero con vivas ansias abrazar a mi querida Rosita y a todos vosotros”, escribe en una ocasión.
Y a su hijo le dice: “Créeme, hijo; estoy contentísima de Rosita; no la querría más si fuera hija mía”.
Nuera y suegra se tenían una gran confianza mutua. En una época de su vida, Rosita visitaba a Joaquina cada día.
El año 1824, la santa envió una carta a su “querida y amada Rosita” que estaba esperando su primer hijo, con palabras de ánimo y buenos deseos:
“Dios sabe lo que te deseo, que unamos nuestros espíritus y nuestras voluntades para saber alabar al Señor y hacer su voluntad. Sí, hija, busquemos a Jesús, porque si lo tenemos en nuestro corazón, lo tendremos todo y Él te dará paciencia para soportar los vómitos y tú ofrécele el fruto que llevas en tu seno; es suyo, y siendo suyo, que lo haga un santo o una santa. Para conseguirlo te ayuda sin cesar tu humilde madre".
Su atención estaba en Dios, pero lo encontraba también en los detalles cotidianos de su vida y la de los demás.
“Pide al Señor y a su santísima Madre que te concedan un feliz parto. Piensa siempre durante el día en la pasión y muerte de nuestro Redentor, que es la mejor medicina”, le pidió a la mujer de su hijo mayor.
Cariño y sabiduría
A juzgar por sus cartas, Joaquina también era una madre encantadora y una consejera sabia, un descanso para toda persona con la que se cruzaba.
Sus cartas a sus hijos están llenas de expresiones de cariño maternal y de paciencia, y reflejan cómo se desvivía por atender las necesidades físicas y espirituales de la familia.
Poco antes del nacimiento de su primer nieto, santa Joaquina de Vedruna escribió a su familia con solicitud maternal:
“Queridísimos y amados hijos: Estoy muy contenta por lo bien que os portáis, y porque, aun estando ausentes amáis a las hermanitas. Sí, hijos, Dios os bendecirá en la medida en que lo hagáis. Hijos, no compréis nada, porque todo lo de casa es vuestro. Os envío la colcha, tres sábanas, cuatro fundas de almohada y dos almohadas, un colchón y un lío de ropa para el niño que va a nacer; suplico al Señor que lo haga un santo”.
Madre de todos
Joaquina de Vedruna nació en Barcelona en una distinguida familia cristiana. Aunque siempre se sintió atraída por la vida consagrada, se casó con un joven de Vic, Teodoro de Mas, con quien tuvo nueve hijos.
La maternidad de santa Joaquina de Vedruna se extendió cada vez más, alcanzando especialmente a las hermanas de la congregación que fundó y a los niños, jóvenes, marginados y enfermos a los que atendían.