San Francisco es un santo que logró asemejarse muchísimo a Cristo. El pobrecito de Asís, como le llamaban, fue un gran místico y enamorado del Crucificado, con quien compartía los estigmas. Este gran hombre de paz no olvidaba nunca alabar al Señor en la oración.
Son muchas las oraciones a la que por fortuna podemos acceder hoy gracias a varios de sus escritos, por ejemplo, la que recitó en 1206, durante su período de discernimiento vocacional, en la pequeña iglesia de San Damián, delante del famoso crucifijo de estilo bizantino que es tan querido por los franciscanos; o Déjanos llegar a Ti que fue extraída de la Carta a los fieles.
A estas oraciones hemos adjuntado otras tres más para que al rezarlas, no solo recordemos la santidad del poverello, sino también, nos acerquemos más a Jesucristo.
1Oración ante el crucifijo de San Damián
¡Oh alto y glorioso Dios!
ilumina las tinieblas de mi corazón.
y dame fe recta,
esperanza cierta y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla tu santo y veraz mandamiento.
Amén.
2Alabanzas al Dios altísimo
Tú eres el santo Señor Dios único, el que hace maravillas.
Tú eres el fuerte, Tú eres el grande, Tú eres el altísimo,
Tú eres el rey omnipotente; Tú Padre santo, rey del cielo y de la tierra.
Tú eres el trino y uno, Señor Dios de los dioses;
Tú eres el bien, el todo bien, el sumo bien,
Señor Dios vivo y verdadero.
Tú eres el amor, la caridad; Tú eres la sabiduría,
Tú eres la humildad, Tú eres la paciencia,
Tú eres la belleza, Tú eres la mansedumbre;
Tú eres la seguridad, Tú eres el descanso,
Tú eres el gozo, Tú eres nuestra esperanza y alegría,
Tú eres la justicia, Tú eres la templanza,
Tú eres toda nuestra riqueza a satisfacción.
Tú eres la belleza, Tú eres la mansedumbre,
Tú eres el protector, Tú eres nuestro custodio y defensor;
Tú eres la fortaleza, Tú eres el refrigerio.
Tú eres nuestra esperanza, Tú eres nuestra fe,
Tú eres nuestra caridad, Tú eres toda nuestra dulzura,
Tú eres nuestra vida eterna,
grande y admirable Señor,
Dios omnipotente, misericordioso Salvador.
Amén
3Déjanos llegar a Ti
Omnipotente, eterno, justo y misericordioso Dios,
danos a nosotros miserables hacer por ti mismo lo que sabemos que tú quieres,
y siempre querer lo que te place, para que interiormente limpiados,
interiormente iluminados y por el fuego del Espíritu Santo
abrasados, podamos seguir la huellas de tu amado Hijo,
nuestro Señor Jesucristo, y a ti, Altísimo, llegar por sola tu gracia,
que en Trinidad perfecta y en simple Unidad vives y reinas y eres glorificado,
Dios omnipotente, por todos los siglos de los siglos.
Amén.
4Mi Dios y mi todo
Mi Dios y mi todo,
¿Quién eres Tú,
dulcísimo Señor mío?
Y ¿quién soy yo, gusanillo
tu servidor? ¡Cuánto quisiera
amarte, santísimo Señor mío!
¡Cuánto quisiera amarte,
Señor mío dulcísimo!
¡Señor mío y Dios mío,
te entregué todo mi
corazón y todo mi cuerpo,
y ardientemente anhelo darte más,
si supiera qué más darte!
Amén.
5Dos gracias te ruego
Señor mío Jesucristo
dos gracias te ruego me
concedas antes de morirme;
la primera, que sienta yo
en cuerpo y alma, en cuanto
sea posible, el dolor que Tú,
dulcísimo Jesús,
sufriste en tu dolorosísima Pasión;
la segunda, que sienta yo
en mi corazón, en cuanto
sea posible, aquel amor
sin medida que te abrasaba
y te llevó, Hijo de Dios,
a sufrir gustoso por nosotros pecadores esta misma
dolorosísima pasión.
Amén
Fuente: vatican.va; Le più belle preghiere dei santi, Francesco Maria Nocelli