Desde Marsella, llamada por el Papa la “sonrisa del Mediterráneo”, el Pontífice reflexionó sobre la dignidad humana, la migración, la vida, el acogimiento y la confianza en Dios.
Estos son diez llamamientos realizados por el Papa durante este viaje que pueden iluminar nuestra vida cotidiana y ayudarnos a definir el rumbo de nuestros pasos.
Homilia del Santo Padre en el Estadio Vélodrome
"Hay un modo para discernir si tenemos esta confianza en el Señor. ¿Cuál es este modo? El Evangelio dice que «apenas Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno» (v. 41). Este es el signo: saltar, estremecerse. El que cree, el que reza, el que acoge al Señor exulta en el Espíritu, siente que algo se mueve dentro, “danza” de alegría".
"Miremos a María, que se incomoda poniéndose en camino y nos enseña que Dios es precisamente así: nos incomoda, nos pone en movimiento, nos hace “exultar”, como le sucedió a Isabel. Y nosotros queremos ser cristianos que encuentran a Dios con la oración y a los hermanos con el amor; cristianos que exultan, vibran, acogen el fuego del Espíritu para después dejarse arder por las preguntas de hoy, por los desafíos del Mediterráneo, por el grito de los pobres, por las “santas utopías” de fraternidad y de paz que esperan ser realizadas".
Sesión final de los Encuentros del Mediterráneo
"Comencemos de nuevo, Iglesia y comunidad civil, de la escucha de los pobres, que «se abrazan, no se cuentan» (P. Mazzolari, La parola ai poveri, Bolonia 2016, 39), porque son rostros, no números. El cambio de tono en nuestras comunidades radica en tratarlos como hermanos cuyas historias debemos conocer y no como problemas fastidiosos, expulsándolos, mandándolos de regreso a casa; ese cambio radica en acogerlos, no en esconderlos; en integrarlos, no en desalojarlos; en darles dignidad".
"Quienes se refugian con nosotros no deben ser vistos como una carga que hay que llevar; si los vemos como hermanos, se nos manifestarán sobre todo como dones".
"¡Ensanchen el corazón, por favor! Que la Iglesia sea un puerto de consuelo, donde la gente se sienta animada a navegar por la vida con la fuerza incomparable de la alegría de Cristo. Que la Iglesia no sea una aduano. Recordemos lo que dice el Señor: todos, todos, absolutamente todos estamos invitados".
"Sean un mar de bien, para hacer frente a la pobreza de hoy con una sinergia solidaria; sean un puerto acogedor, para abrazar a los que buscan un futuro mejor; sean un faro de paz, para quebrantar, mediante la cultura del encuentro, los oscuros abismos de la violencia y de la guerra".
Momento de recogimiento con líderes religiosos cerca del memorial dedicado a los marineros y migrantes perdidos en el mar
"No nos acostumbremos a considerar los naufragios como noticias y a los muertos como cifras; no, son nombres y apellidos, son rostros e historias, son vidas truncadas y sueños destrozados".
"Nosotros los creyentes, por tanto, debemos ser ejemplares en la acogida recíproca y fraterna. A menudo las relaciones entre los grupos religiosos no son fáciles, pues la carcoma del extremismo y la peste ideológica del fundamentalismo corroen la vida real de las comunidades".
Oración mariana con el clero diocesano
"Ser compasivos significa hacernos cercanos y tiernos. Abramos las puertas de las iglesias y de las casas parroquiales, pero sobre todo las del corazón, para mostrar el rostro de Nuestro Señor a través de nuestra mansedumbre, amabilidad y hospitalidad. Que quien se les acerque no encuentre distancias y juicios, sino el testimonio de una humilde alegría, más fructífera que cualquier capacidad ostentosa".
"Aun en las numerosas ocupaciones de cada día, no dejen, por favor, que decaiga el calor de la mirada paterna y materna de Dios".