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Desde los siglos III y IV, los Padres del Desierto eligieron un camino espiritual poco convencional y radical, buscando refugio y aislamiento en los desolados paisajes del desierto egipcio, siguiendo el ejemplo de san Pablo Ermitaño, un santo alejandrino considerado el primer anacoreta cristiano. Al hacerlo, pronto se convirtieron en faros de perspicacia espiritual y sabiduría contemplativa.
Impulsados por el deseo de escapar de las complejidades (y, paradójicamente, de las superficialidades) de la vida urbana, abrazaron la soledad, oración e introspección. Profundamente arraigadas en la intemporal espiritualidad cristiana, las enseñanzas de los Padres del Desierto siguen resonando entre los creyentes.
A continuación compartimos tres razones de peso por las que profundizar en los dichos y escritos de los Padres del Desierto es una empresa espiritualmente enriquecedora para los católicos urbanos de hoy.
1Visión espiritual
Los Padres del Desierto se retiraban a los desiertos para alejarse de las muchas distracciones innecesarias de la vida cotidiana, dedicándose a la oración, el ayuno y la contemplación, algo que nosotros podríamos hacer de vez en cuando, durante periodos limitados de tiempo, como cuando nos vamos de retiro.
En su relativa soledad (eran eremitas, sí, pero aún conservaban algunas formas primitivas de vida cenobítica), adquirieron una profunda visión del alma humana y de su relación filial con Dios y con los demás.
Leyendo los dichos que se les atribuyen podemos extraer valiosas lecciones sobre el poder transformador del silencio y la soledad.
Estos dichos se transmitían originalmente de monje a monje. La versión que tenemos actualmente, muy probablemente compilada en el siglo V, se limita a describir los relatos siguiendo una forma estándar: "Abba X dijo…". La mayoría de estos dichos son respuestas grabadas a visitantes y otros monjes que buscaban orientación.
Tomemos, por ejemplo, un dicho atribuido a Abba Antonio:
"Vi las asechanzas que el enemigo tiende por el mundo y dije gimiendo: '¿Qué puede pasar de tales asechanzas? Entonces oí una voz que me decía: 'Humildad'".
2 Orientaciones prácticas para la vida cristiana
Vivir en un relativo aislamiento no convirtió a los Padres del Desierto en "ángeles", ajenos a las muchas dificultades de la vida cotidiana. En todo caso, les obligó a enfrentarse a estas complicaciones sin distracción alguna. En consecuencia, sus enseñanzas están llenas de consejos prácticos para llevar una vida virtuosa, caritativa y centrada en Dios.
Sus dichos abordan las luchas humanas comunes, proporcionando orientación sobre la humildad, paciencia y el cultivo de un corazón compasivo. Una historia atribuida a Abba Poemen (el abba más citado en toda la colección de los Dichos de los Padres) cuenta que una vez un hermano monje le reprendió por lavarle los pies. Poemen respondió simplemente:
"No se nos ha enseñado a matar nuestros cuerpos, sino a matar nuestras pasiones".
3Ejemplos de virtud cristiana
Aunque pueda parecer contradictorio, los Padres del Desierto vivieron vidas de extraordinaria virtud. Se podría pensar, en un primer momento, que una vida vivida en el aislamiento es algo contrario al mandato cristiano de amarse los unos a los otros -¿cómo podrían servir caritativamente a sus semejantes, si vivían como ermitaños? La respuesta es relativamente sencilla: rezaban por los que no rezaban.
Pero además, llevaban una vida ejemplar, encarnando las enseñanzas del Evangelio en sus acciones cotidianas. Su compromiso con el amor, la humildad y la autodisciplina son un poderoso testimonio del potencial transformador de una vida centrada en Cristo. La lectura de sus escritos nos permite ser testigos de una fe encarnada y vivida. Pensemos en esta historia, atribuida a Abba Teófilo:
Una vez, el bienaventurado Abba Teófilo, arzobispo, fue a Escetis. Pero los hermanos se reunieron y dijeron a Abba Pambo: "Dile al Padre una palabra para que se beneficie". El anciano les dijo: "Si no se beneficia siempre de nuestro silencio, si hablamos seguirá sin beneficiarse".