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La confesión es uno de los momentos más alegres de nuestra fe católica porque recibimos el perdón de Cristo y somos renovados; pero, curiosamente, pocas veces lo percibimos así. Frecuentemente aplazamos este momento con un montón de pretextos que nos impiden obtener los dos beneficios que Sor Faustina Kowalska menciona en su Diario:
1 . Nos confesamos para ser sanados
2 . Nos confesamos para ser educados. Nuestras almas necesitan de una continua educación, como el niño pequeño
Para dejar de aplazar ese momento, que en ocasiones nos puede abrumar, aquí tienes cuatro consejos cortos y prácticos que puedes comenzar a aplicar hoy mismo.
Si aún te falta un empujón final hacia el confesionario, lee estas palabras que Dios reveló a Sor Faustina:
"Hija Mía, dile todo y descubre tu alma delante de él como lo haces delante de Mi. No tengas miedo de nada; para tu tranquilidad pongo a ese sacerdote entre Yo y tu alma, y las palabras que te contestará son Mías. Descubre delante de él las cosas más secretas que tienes en el alma. Yo le daré luz para que conozca tu alma".