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El Papa les rindió homenaje a las monjas que lo educaron en Argentina durante una audiencia concedida conjuntamente a los miembros de dos congregaciones fundadas en el siglo XIX: las hermanas de san Félix de Cantalicio y las hermanas de Nuestra Señora de la Merced, reunidas en Roma con ocasión de sus capítulos generales.
El Pontífice acogió con agrado el deseo de las monjas de venir a encontrarse con “el Sucesor de Pedro” para recordar su “compromiso al servicio de Dios y de la Iglesia”. Rindió homenaje a la vocación de las Hijas de Nuestra Señora de la Merced, una congregación dedicada al servicio de los pobres y de los niños, y que cuenta con alrededor de 900 miembros. Fundado en 1837 en Savona por una joven que entonces tenía 26 años, Benedetta Rossello (1811-1880), que se convertiría en sor María Giuseppa, este instituto religioso se difundió especialmente en África y América Latina.
Doy gracias al Señor y a todos vosotros, porque mi actual servicio a la Iglesia es también fruto del bien que recibí, desde muy joven, de vuestra familia religiosa"
El pontífice argentino entregó un recuerdo personal vinculado a su infancia. “De hecho, fue en una de sus escuelas, en Buenos Aires, en el barrio de Flores, donde recibí, hace muchos años, los sacramentos de la iniciación cristiana”, recordó el Papa Francisco. “¿Cómo olvidar a la querida Hermana Dolores, que tanto me enseñó y a quien seguí visitando durante tanto tiempo? Doy gracias al Señor y a todos vosotros, porque mi actual servicio a la Iglesia es también fruto del bien que recibí, desde muy joven, de vuestra familia religiosa”, dijo el Papa, de 87 años.