Hay tantas cosas que nos distraen de lo que verdaderamente es importante en nuestras vidas diarias; y es que, lo mejor que podemos hacer es dejar que se cumpla la voluntad de nuestro propio Creador.
Jean Baptiste Sain-Jure (1588-1657) escribió una gran obra espiritual para hacernos ver la importancia que tiene la divina providencia en nuestra vida diaria y ayudarnos a confiar plenamente en su voluntad, a dejarnos conducir por su misericordia y bondad. Su obra fue un manual de ascética para el santo cura de Ars y para muchos otros célebres hombres y mujeres de fe.
Saint-Jure es un convencido de la grandeza de la voluntad de Dios, que siguiendo tanto a santo Tomás como a san Agustín, creía que la Voluntad de Él es la razón, la causa de todo cuanto existe; pues hace cuanto quiere en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos, según nos dice el salmista.
Es la misma voluntad divina la que ha creado los cielos de la nada, todo lo bello y magnífico que existe en los campos, montañas, valles y ríos; en fin, en todo el Universo, de todo lo visible e invisible, desde lo más ínfimo hasta lo más grandioso.
Si todo es creado y gobernado por Él, ¿cómo es que no vamos a dejarnos conducir por su mano amorosa?
Es allí donde está el verdadero dilema de la mayoría de las personas, que pierden la confianza en ese Amor tan grande y se olvidan de que sin su voluntad no podemos subsistir.
Frente a las dificultades y problemas de la vida, se nos olvida que toda solución está en sus manos.
Que las cosas que nos pasan, buenas o malas, son reguladas por su infinita Voluntad. Pues nada sucede en el universo que Dios no quiera, que Él no permita. Nada sucede por azar en el curso de toda nuestra vida; Dios interviene en todo.
Por algo te pasa lo que te está sucediendo ahora mismo. "Soy yo - le dijo el Señor a Moisés - yo doy la vida, yo doy la muerte, yo hiero y yo sano" Es Él mismo quien enriquece o empobrece, humilla o exalta a las personas. Nada hay en esta vida cuyo autor no sea el Señor. Los bienes y los males, la salud o la enfermedad, la pobreza y la riqueza, los problemas o males que padecemos vienen del Señor.
Podrá ser difícil comprenderlo o aceptar que todo proviene de su Santa Voluntad, pero así lo han reconocido sabios y Doctores de la Iglesia. Puedes cuestionar, dudar, criticar, o hasta darle la espalda, si así lo consideras, a esta sentencia. Pero hasta las enfermedades, el frío, el calor, los miedos, los temores, las adicciones, el éxito o el fracaso, el matrimonio o el divorcio vienen de ese permiso que nos da el Señor para que, al ejercer cada quien su libertad, considere siempre su divina voluntad.
Claro que el mal, la crueldad, y todo cuando resulta negativo existe, porque lo permite y ha dejado que se desenvuelva en la vida de cada uno de nosotros. Y es allí cuando más necesitamos confiar en el amor de Dios y ponernos en sus manos para hacer un genuino ejercicio de libertad, sabiendo que al cumplir con su voluntad y haciendo un ejercicio pleno de nuestra libertad, sepamos resolver las situaciones complejas de nuestra vida, de la mejor manera posible.
Necesitamos contar con dos recursos, que nos da el Señor, para enfrentar los complejos momentos de dolor y sufrimiento en nuestras vidas:
1Optar por su voluntad
Es necesario tomar la decisión consciente de abandonarnos libremente a su voluntad. Pase lo que pase, admitir que es su Voluntad, aunque no comprendamos nada. Aceptar que las cosas que nos acontecen son permitidas por Él, pues nada de lo que pasa en tu vida, sucede sin su querer o permiso.
2Contribuir
Por otro lado, es necesario elegir hacer el mayor esfuerzo a tu alcance; hacer todo lo que puedas para poner de tu parte y superar con fe y optimismo lo que te está sucediendo. Entregarte con plena confianza de que tu voluntad es estar unido a su voluntad, que tu esfuerzo y trabajo son indispensables para que encuentres el alivio y la tranquilidad que buscas. "A Dios rogando y con el mazo dando"...
Así concluimos con san Agustin: “Todo lo que nos sucede aquí abajo, contra nuestra voluntad, no nos sucede mas que por voluntad de Dios, por los designios de su Providencia, por sus órdenes y bajo su dirección; y si no llegamos a comprender la razón de tal o cual acontecimiento, atribuyámoslo a la divina Providencia, rindámosle este honor de recibirlo de su mano, creyendo firmemente que no nos lo envía sin alguna buena razón”.
Ese es uno de los grandes objetivos a descubrir.
¿qué nos toca aprender de su divina voluntad?