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¿Cómo viven estas mujeres consagradas el tiempo de Adviento y la Navidad? ¿Qué tradiciones y costumbres tienen en sus monasterios y conventos? ¿Cómo contemplan el misterio de la Encarnación? Para conocer un poco más sobre la vida en clausura durante estas fechas, Aleteia habló con algunas monjas de diferentes órdenes y comunidades, que nos han compartido sus experiencias y testimonios.
Preparar el corazón y el belén
El Adviento es un tiempo de espera y preparación para la venida del Señor, y las monjas lo viven con intensidad y alegría. "Es un tiempo de gracia, de renovar el deseo de Dios, de purificar el corazón y de hacer espacio para acoger al Niño Dios", nos dice la hermana María, del Monasterio de la Encarnación de Alcalá la Real, de las Hermanas Dominicas.
Una de las actividades que más ilusión les hace a las monjas es preparar el belén, que suele ser muy elaborado y artístico. La hermana Clara, del Convento de las Carboneras de Madrid, de las Monjas Comendadoras del Espíritu Santo, nos cuenta:
"Nos gusta mucho hacer el belén, porque es una forma de expresar nuestra fe y nuestra devoción al misterio de la Encarnación. Cada año lo hacemos diferente, con distintos materiales y escenas. Lo montamos entre todas, con mucha creatividad y cariño".
El belén no solo es una obra de arte, sino también un medio de evangelización y de comunión con la gente. Muchos monasterios y conventos abren sus puertas para que los fieles puedan visitar y admirar sus belenes, y así compartir con ellos la alegría de la Navidad.
"Nos gusta que la gente venga a ver nuestro belén, que es del siglo XVI, barroco, de madera policromada. Es una oportunidad para acercar a las personas a Dios, para que sientan su presencia y su amor. También es una ocasión para que nos conozcan un poco más, para que sepan que estamos aquí, rezando por ellos y por el mundo".
Celebrar el nacimiento de Jesús con la liturgia y la fraternidad
La noche del 24 de diciembre es la más esperada y emocionante para las monjas de clausura, que celebran el nacimiento de Jesús con la liturgia y la fraternidad. "La Misa del Gallo es el momento culminante de la Navidad, donde nos unimos a toda la Iglesia para adorar al Niño Dios, que se hace presente en la Eucaristía. Es una celebración muy solemne y bella, con cantos y lecturas propias de la fiesta", nos dice la hermana Teresa, del Monasterio de la Concepción de Palma de Mallorca, de las Franciscanas TOR.
Después de la Misa, las monjas suelen tener un rato de convivencia y de alegría compartida.
"Nos reunimos en el refectorio, donde tenemos un pequeño ágape, con dulces típicos y algún regalo. Es un momento de fraternidad, de agradecimiento, de felicitarnos unas a otras. También recordamos a nuestras familias, a nuestros benefactores, a los que sufren, a los que están solos. Los llevamos en nuestro corazón y en nuestra oración"
La Navidad es también un tiempo de gracia y de renovación que ellas aprovechan para profundizar en su vocación y en su entrega a Dios. "La Navidad nos invita a contemplar el misterio de Dios que se hace uno de nosotros, que se hace pobre, pequeño, humilde. Nos invita a imitarlo, a seguirlo, a amarlo. Nos invita a vivir nuestra consagración con más fidelidad, con más generosidad, con más alegría", nos dice la hermana María.
La Navidad en clausura es una experiencia de fe, esperanza y amor que las monjas quieren compartir con todos los que se acercan a ellas.
"Nos gustaría que la gente supiera que la Navidad no es solo una fiesta externa, sino una realidad interior, que cambia la vida. Que la Navidad es Jesús, que nace en nuestro corazón, que nos salva, que nos ama. Que la Navidad es una buena noticia, una buena noticia para todos".