En la larga galería de mapas geográficos de los Museos Vaticanos hay una "vista aérea" de Venecia en el siglo XVI. Sobre esta panorámica, muy innovadora para su época, un león alado, símbolo de la ciudad portuaria, sostiene en la boca un mensaje escrito en latín: "Después de que Aquilea fuera asolada por el rey huno Atila, la admirable ciudad de Venecia fue fundada por quienes vinieron a refugiarse en ella en el año 454".
El episodio se refiere al origen de la ciudad de la laguna, que hoy sabemos legendario: Aquilea, entonces el principal puerto del Adriático norte, fue completamente destruida por los hunos. Todos los habitantes de la región, Venecia (región administrativa creada por Augusto en el año 7), huyeron del "Azote de Dios", guiados por sus obispos, y se asentaron en los islotes de la laguna, que se convirtieron en Venecia. Aunque inventado por un cronista sin escrúpulos, este episodio siguió siendo la versión oficial hasta el siglo XX.
Sin embargo, el hecho de que los geógrafos papales recordaran esta historia en el siglo XVI subraya una constante histórica: el territorio de Venecia es estratégico, ya que es a la vez un puente entre el norte de Europa y el Adriático y la puerta terrestre más importante, a través de la llanura de Panonia, hacia Italia y, por tanto, hacia Roma.
Venecia y los Estados Pontificios
Tras la caída del Imperio Romano, muchos pueblos vecinos atravesaron este territorio a lo largo de varios siglos en su camino hacia Italia. Tras la toma de Rávena, último bastión del Imperio Romano de Oriente en Italia, por los lombardos en 751, el papa Esteban II intervino en el juego político de la península y obtuvo la intervención de Pipino el Breve.
La victoria franca sobre los lombardos tuvo dos consecuencias: en primer lugar, Esteban II pudo fundar los primeros Estados Pontificios con apoyo franco; pero éstos no incluían la zona de las lagunas al norte de Rávena, dejando que creciera una entidad política al margen del territorio pontificio, que se convertiría, tras muchos años de cambios, en la República de Venecia.
La fe, motor del crecimiento veneciano
El robo de las reliquias de Marcos el Evangelista en Egipto en 828 fue uno de los momentos culminantes del desarrollo de la independencia de la ciudad, convirtiéndola en un importante centro religioso y dando lugar a la creación del Patriarcado de Venecia en 1451.
En los siglos XI y XII, Venecia se hizo con el control marítimo del Adriático y se convirtió en el intermediario clave en los intercambios, a veces tensos, entre Roma y Constantinopla, llegando incluso a vencer a la "Segunda Roma" en los mares en 1175.
Al mismo tiempo, Venecia tuvo que resistir las ansias del Sacro Imperio Romano Germánico, ya que los emperadores amenazaban a los papas en Italia, por lo que encontró apoyo en Roma al tiempo que se apoyaba en la diplomacia. En 1177, la firma de la Paz de Venecia por el papa Alejandro III y el emperador Federico Barbarroja en la ciudad portuaria fortaleció a Venecia política y económicamente. Los logros alcanzados fueron tales que este acontecimiento se sigue celebrando todos los años el Día de la Ascensión en Venecia.
Un vecino problemático
El auge económico de la "talasocracia veneciana" fue evidente, como cuando condujo al saqueo de Constantinopla en 1204, organizado por armadores venecianos -y condenado en vano por Inocencio III-. A partir de entonces, numerosos conflictos territoriales enfrentaron a los papas con Venecia en la llanura del Po: por Ferrara en 1307 -durante el cual la ciudad de Venecia fue nuevamente proscrita en su totalidad- y luego por Romaña en 1503-1504 -durante el cual Venecia logró defender sus intereses-.
En 1508, el Papa Julio II se unió a la Liga de Cambrai, creada para contrarrestar a Venecia, a la que consideraba demasiado influyente, pero en 1510 se volvió contra su principal aliada, la Francia de Luis XII, cuando ésta se acercó demasiado a sus tierras. El Papa formó entonces la Liga Santa con Venecia… que ésta abandonó para pasarse al bando francés, con el que derrotó al Papa en Marignan en 1515.
En 1608, el Papa Pablo V prohibió Venecia y excomulgó al Dux tras una disputa territorial que degeneró en un conflicto religioso: los jesuitas, partidarios del Papa, fueron expulsados de la laguna, mientras que el Pontífice intentó que asesinaran a Paolo Sarpi, el principal teólogo que apoyaba a los venecianos.
Venecia y Roma
Roma acabó cediendo a este conflicto: del siglo XIV al XVII, la Venecia de los Dux se convirtió en una fuerza a tener en cuenta, hasta el punto de poder hablar en pie de igualdad con los pontífices.
El primer "Papa veneciano", Gregorio XII, fue elegido en 1406, seguido de Eugenio IV y Pablo II en el siglo XV, Alejandro VIII en el XVII y Clemente XIII en el XVIII. Clemente XIII hizo construir en Roma el Palacio de Venecia, que se convirtió en la embajada de la Serenísima ante los papas. Por su parte, los papas enviaron su primer nuncio a la laguna en 1500, solo ocho años después de la fundación de la primera nunciatura en España en 1492 (y por tanto antes que Francia).
La gloria de Lepanto
Sin embargo, en los siglos XVI y XVII, el dominio de Venecia sobre el Mediterráneo se desmoronaba ante el ascenso de los otomanos. Venecia se presentaba como un baluarte marítimo contra el Islam. La Santa Sede se convirtió en un aliado político natural de los Dux, a pesar de las tensiones provocadas por las tendencias "libertinas" de la nación de Casanova.
La creación de la nueva Liga Santa por el Papa Pío V -en 1571- condujo a la muy publicitada victoria de Lepanto ese mismo año. Durante la batalla, el almirante veneciano Francesco Duodo condujo a las armadas occidentales, incluidas varias galeras papales, a una aplastante victoria sobre la flota del sultán, en una guerra que fue financiada en un tercio por la Serenísima. Los papas apoyaron numerosas expediciones militares venecianas a Creta y la Morea en el siglo XVII.
La caída de Venecia
Tanto la República de Venecia como la Santa Sede sufrieron las consecuencias de la Revolución Francesa. Sin embargo, la Serenísima sufrió su mayor golpe en 1797, cuando fue capturada por las tropas revolucionarias dirigidas por Napoleón. Integrada en la coalición francesa, luego en el Imperio austriaco y finalmente en Italia, Venecia vio de pronto el fin de casi ocho siglos de independencia.
Por su parte, los Estados Pontificios fueron desmantelados y sacudidos por la muerte en el exilio de Pío VI en 1799. Mientras las "hordas" revolucionarias retenían Roma, fue la Santa Sede la que debió su salvación al refugio ofrecido por las islas de la laguna: fue de hecho en Venecia, en 1800, donde se organizó el cónclave que permitió la elección de Pío VII.