La vida del cristiano debe estar enfocada a dar gloria a Dios con sus palabras y sus obras, pues estamos en este mundo para amar a Dios y al prójimo. Pero ¡qué complicado resulta a veces! sobre todo cuando estamos imbuidos de activismo, lo que nos dificulta pensar en realizar un apostolado o voluntariado.
Además, fuera de todo lo que implica hacer un espacio, tendremos que elegir qué deseamos hacer, porque aunque parezca que es lo mismo, desempeñar un voluntariado y realizar un apostolado tiene algunas diferencias, a veces sutiles.
Sin lugar a dudas, los dos trabajos cumplen con el mandato de Cristo, como lo repite san Pablo:
Sírvanse los unos a los otros con amor (Gal 5, 13)
Entonces, ¿qué hace diferente el trabajo voluntario del apostolado?
Enviados desde el bautismo
El Bautismo nos convierte en miembros de la Iglesia. Al respecto, el decreto Apostolicam actuositatem, Sobre el apostolado de los laicos, dice:
"La Iglesia ha nacido con el fin de que, por la propagación del Reino de Cristo en toda la tierra, para gloria de Dios Padre, todos los hombres sean partícipes de la redención salvadora, y por su medio se ordene realmente todo el mundo hacia Cristo. Toda la actividad del Cuerpo Místico, dirigida a este fin, se llama apostolado, que ejerce la Iglesia por todos sus miembros y de diversas maneras; porque la vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado" (no. 2).
Apostolado: una noble obligación
Como hemos visto, la vocación cristiana es también vocación al apostolado, por ello, el documento agrega que "Los cristianos seglares obtienen el derecho y la obligación del apostolado por su unión con Cristo Cabeza" (no. 3).
Tenemos un llamado a extender el Reino de Cristo: "El apostolado se ejerce en la fe, en la esperanza y en la caridad que derrama el Espíritu Santo en los corazones de todos los miembros de la Iglesia".
Además, el Señor nos da dones y carismas para cumplir con su mandato: "Para ejercer este apostolado, el Espíritu Santo, que produce la santificación del pueblo de Dios por el ministerio y por los Sacramentos, concede también dones peculiares a los fieles (Cf. 1 Cor., 12,7) "distribuyéndolos a cada uno según quiere" (no. 3).
No deja nada a nuestras propias fuerzas.
Voluntariado por elección propia
Ahora bien, el voluntariado es también un trabajo noble y desinteresado; sin embargo, se realiza porque la persona ha encontrado una actividad en la que puede dar un servicio, que nada tiene de despreciable, sino todo lo contrario. Pero esta actividad se puede realizar una única ocasión, en tiempo de vacaciones, o -si es por un lapso prolongado- quizá se haga por humanidad, sin que éste tenga que ver con cuestiones religiosas.
La motivación es hacer el bien o dejar constancia de que se ha pensado en los demás; incluso, en contadas ocasiones, se realiza para que otros lo vean en redes sociales. En ese sentido, la intención del voluntariado es distinta a la del apostolado.
La mayor diferencia
Ahora bien, involucrar a Dios en las actividades es donde estriba la mayor diferencia: Dios es el motor de las labores realizadas en pro de los hermanos, en aras de anunciar su Palabra y acercarlos a Sí, a través de la Iglesia.
Además, se ejerce de manera callada y comprometida, pues no hay tiempo ni horario, hay una enorme disposición para colaborar y se busca la disponibilidad, a veces hasta de entregar la vida, porque se sabe que hay que evangelizar "a tiempo y a destiempo" (2 Tim 4, 2).
Hacer el bien al prójimo para sentirse a gusto con uno mismo o realizarlo para que otros conozcan a Cristo y se salven hace la gran diferencia. ¿Cuál eliges tú?