Que los niños digan palabrotas siempre se ha considerado un síntoma de mala educación. Sin embargo, no todas las palabrotas tienen el mismo valor, ni se usan de la misma manera.
Banderas rojas con las malas palabras
A menudo llamamos palabrotas a algunas que deberíamos llamar blasfemias. Al ser utilizadas habitualmente por tantas personas, la rutina y la generalización, nos olvidamos del significado de la blasfemia, confundiendo esta categoría con simples palabras malsonantes. Sin embargo, no son lo mismo, y hay que hacer hincapié en la diferencia. Esa es la línea roja que hemos de respetar: ante las blasfemias, tenemos que responder con un rotundo no.
La siguiente línea roja, que bajo ningún concepto debemos permitir que se traspase, es el uso de palabrotas contra padres, hermanos, profesores, compañeros, etc. Se trata de una falta de respeto contra esas personas. También debemos diferenciar cuándo las emplean: si solo las utilizan en momentos puntuales de rabia, susto, indignación, o si, por el contrario, las usan en cada frase o como muletilla habitual.
Que las empleen en momentos puntuales no es un problema, y probablemente lo hagan porque así lo han visto hacer a sus mayores. Sin embargo, si las usan con frecuencia, debemos retarlos a que se esfuercen en no decirlas.
Ante la respuesta de "es que no lo puedo controlar", sí, se pueden controlar las palabras: estas no se escapan solas. Tener carácter es saber controlarse. No tiene carácter quien salta a la primera. Solo aquel que tiene un carácter fuerte es capaz de dominar las riendas de las pasiones y de elegir las palabras adecuadas, no siendo esclavo de sus arranques.
Forjar el carácter de los hijos
El que tiene "mecha corta" y es incapaz de controlarse es un individuo de poco carácter o de carácter débil, ya sea hombre o niño. El carácter se puede y se debe educar, y el tema de las palabrotas es un buen indicador para evaluar la fortaleza de nuestros hijos.
Eduquémoslos para que desarrollen un carácter fuerte, capaz de controlarse, de modo que puedan enfrentar situaciones exigentes en el futuro, como responder ante un jefe, lidiar con situaciones estresantes o esperar en un hospital.
No podemos decir o hacer lo que queramos en todo momento y en cualquier lugar. Por lo tanto, debemos prepararlos desde la infancia, y un buen entrenamiento es no tolerar el uso de las palabrotas.
Cuando los niños son muy pequeños, podemos caer en la tentación de reírnos cuando dicen una palabrota con esos ojos adorables. Nos puede hacer gracia, pero es un grave error.
Los pequeños aprenden que esa frase llama la atención de los adultos y, aunque no sepan lo que significa, la repetirán para buscar su elogio, para encontrar su aceptación. Por tanto, cuando se dé esta situación, no debemos prestarles demasiada atención.
Y, por último, lo que siempre funciona, es proponerles que se imaginen cómo hablaría María Santísima, con qué delicadeza escogería las palabras para que no hirieran a nadie. Enseñarles que María de Nazaret debe ser su gran influencer, su gran referente en la vida.