Santa Catalina de Siena nació el 25 de marzo de 1347, y aunque ella no dejó muchos escritos sobre la inteligencia, si nos ha dejado claro -en muchos de sus textos- que ésta no es una mera acumulación de conocimientos o la habilidad para razonar de manera lógica, sino más bien la capacidad de conocer y amar a Dios.
Esta sabiduría divina, según la santa, se alcanza por medio de la humildad, la oración y la contemplación. Tener inteligencia es un don de Dios, que siempre hay que usar para lograr el bien y así servir a los demás; por ello, santa Catalina condenaba el orgullo intelectual y la búsqueda del conocimiento, el saber y la riqueza solo para poseerlas sin ningún otro noble fin que engrandecerse a uno mismo.
Finalmente, el verdadero fin de la inteligencia es el conocimiento de Dios, de quien hemos de recibir toda la sabiduría de manera virtuosa, por lo que no se adquiere solo con el estudio y el razonamiento, sino a través de una consistente apertura a vivir con la humildad, la gratitud y el amor a Dios, fuente inagotable de todo conocimiento y saber.
El conocimiento
Es un medio para alcanzar un fin mayor, que es la unión con Dios, pero siempre teniendo en mente el servicio al prójimo. Esta visión de la inteligencia nos invita a que cada uno de nosotros reflexionemos sobre el uso que estamos haciendo de nuestra inteligencia y de los recursos que tenemos a nuestro alcance.
Reflexiona
¿Realmente estamos alcanzando una vida más plena, y haciendo un uso práctico de ella para hacer el bien?
¿Estamos aprovechando cada día para enriquecernos? ¿para acercarnos a la vida espiritual y librarnos de estar atrapados en la codicia y la ambición por el mundo material?
El recordarnos que las experiencias más bellas de la vida acaban siendo un equilibrio entre el mundo corporal, mental y espiritual es uno de los regalos más hermosos que nos da la sabiduría divina.
De esta forma comprenderemos mejor la tarea que nos hace falta realizar en cada una de nuestras vidas actuales, dependiendo nuestro estilo de vida.
El mejor camino
El conocimiento, la fe, las virtudes y el ejercicio diario en la caridad, es lo que verdaderamente nos conduce por el camino de salvación.
Ingresar por la puerta de un templo es entrar a un glorioso camino de sabiduría, abierto a todos por igual, está en cada uno de nosotros el abrir el corazón y la mente para recibir el amor divino.
Depende de cada uno de nosotros, pedir el don de la sabiduría y llenarnos de él como santa Catalina de Siena para seguir en el camino hacia el cielo y encontrarnos con el conocimiento pleno del Amor de Dios en el prójimo.