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Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Hoy celebramos una de las fiestas más significativas del calendario litúrgico: Pentecostés. Este día marca el cumplimiento de la promesa de Jesús a sus discípulos, la venida del Espíritu Santo. Pentecostés es a menudo considerado el "cumpleaños de la Iglesia", porque fue en este momento que los discípulos, llenos del Espíritu Santo, comenzaron a proclamar el Evangelio con valentía y poder.
La primera lectura de los Hechos de los Apóstoles (2, 1-11) describe el evento de Pentecostés en Jerusalén. Los discípulos, llenos del Espíritu Santo, comenzaron a hablar en diferentes lenguas, y cada uno entendía en su propio idioma. Esto simboliza la universalidad del mensaje de Cristo. El Evangelio está destinado a todas las naciones y pueblos. El Espíritu Santo rompe las barreras del lenguaje y la cultura, uniendo a todos en una única familia de Dios.
La segunda lectura, de la primera carta de san Pablo a los Corintios (12, 3b-7, 12-13), nos habla de los diversos dones del Espíritu. Aunque hay una diversidad de dones y ministerios, todos provienen del mismo Espíritu y están destinados al bien común. Somos un solo cuerpo en Cristo, y cada uno de nosotros tiene un papel importante que desempeñar. El Espíritu Santo nos une y nos capacita para construir el cuerpo de Cristo en la tierra.
El Evangelio de hoy, tomado de Juan 20, 19-23, nos sitúa en la tarde del día de la resurrección. Los discípulos estaban reunidos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. De repente, Jesús se presenta en medio de ellos y les dice: “La paz esté con ustedes”. Estas palabras de paz son más que un simple saludo; son una bendición que viene del Señor resucitado, una paz que supera todos los miedos y ansiedades.
Primero, Jesús les da paz:
Jesús sabe que sus discípulos están llenos de temor y confusión. Han experimentado la brutalidad de su crucifixión y aún no comprenden completamente la realidad de su resurrección. Al ofrecerles su paz, Jesús no solo calma sus miedos, sino que también les prepara para la misión que está a punto de encomendarles. La paz de Cristo es un don fundamental que transforma el corazón de los discípulos y los capacita para ser sus testigos valientes en el mundo.
Segundo, Jesús sopla sobre ellos y les da el Espíritu Santo:
El acto de soplar sobre ellos recuerda la creación del hombre en el libro del Génesis, cuando Dios sopló vida en las narices de Adán. Aquí, Jesús sopla vida nueva en sus discípulos, una vida animada por el Espíritu Santo. Este soplo del Espíritu les otorga poder y les equipa con los dones necesarios para llevar a cabo la misión de la Iglesia. El Espíritu Santo es la fuerza interior que impulsa a los discípulos a salir de su escondite y proclamar con valentía las buenas nuevas de Jesús resucitado.
Tercero, Jesús les encomienda la misión de perdonar los pecados:
“Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; a quienes se los retengan, les quedarán retenidos.” Esta es una misión poderosa y trascendental. Jesús les está otorgando la autoridad para ser ministros de su misericordia y reconciliación. El poder de perdonar pecados es un don esencial que la Iglesia continúa ejerciendo hoy a través del sacramento de la reconciliación. Este ministerio de perdón y reconciliación es central para la misión de la Iglesia en el mundo, proclamando el amor y la misericordia de Dios a todos los que buscan su gracia.
En este día de Pentecostés, recordemos que el Espíritu Santo sigue actuando en la Iglesia y en el mundo. Como los discípulos, estamos llamados a recibir el Espíritu Santo, a dejar que nos llene con su paz, su poder y sus dones. Estamos llamados a salir y ser testigos valientes de Jesús, proclamando su amor y misericordia a todos los que encontramos. Que el Espíritu Santo nos guíe, nos fortalezca y nos una en nuestra misión de llevar el Evangelio a todas las naciones.
Amén.
Domingo de Pentecostés
Segunda lectura – 1 Cor 12, 3b-7, 12-13
Evangelio – Jn 20, 19-23